Gunnarson y la Búsqueda de la Eterna Felicidad – Cap 12 –

 

Lo más interesante de los viajes, no es descubrir lugares nuevos, gente rara que quiere robarte o probar comida que te hará conocer nuevos centros de urgencias…lo mejor de los viajes es cuando vuelves a casa. Regresar a casa es siempre motivo de alegría y la única cosa que te podría hacer más feliz es que de pronto apareciera un pequeño duende vestido con ropitas verdes y te concediera el deseo de volver al pasado y evitar que hubieras salido de casa aquella mañana. Los viajes te cansan, te arruinan y te cambian.
Esa es la trampa. Regresas diferente, al principio no lo notas pero ahí está. Como le ocurrió a Spike cuando volvimos de Sicilia. Dos semanas después de haber regresado, notamos que Spike llevaba un palillo en la boca a todas horas y si le reñías por algo, antes de maullar se sentaba y levantaba las patitas delanteras mientras ladeaba la cabeza como si dijera “scusi”.
Además, todos los gatos del vecindario venían y dejaban en la puerta trasera de casa galletas, trozos de pescado o dinero para Spike, a modo de tributo. Y empezaron a llamarle “Il Gatinni “. En poco menos de un mes Il Gatinni controlaba todo el barrio. No se habría una lata de atún sin que él lo supiera, y nadie rebuscaba en la basura sin consentimiento expreso de Il Gatinni…hasta que llegó a la ciudad una banda de Gatos siameses. Esos malditos gatos acabaron con el imperio de Spike en un abrir y cerrar de ojos gatuno. Sobornaron a todos los gatos con delicioso sushi para que se unieran a su causa y dejaran de trabajar para Il Gatinni. Aquel delicioso sushi era un rival demasiado poderoso, así que tras una reunión con los jefes de la mafia siamesa, decidió retirarse del negocio. La lealtad de un gato empieza por tener contenta la barriga…”la mano que alimenta a un gato, es la mano que domina a los gatos”
Si un viaje normal podía afectar al comportamiento de un gato, un viaje como el de Gunnarson… ¿qué consecuencias podría tener? Pues para empezar, una resaca como un piano.
La fiesta Koaliense de celebración había sido un éxito y todos habían bebido, bailado y reído, y por primera vez desde que comenzaran su viaje, nuestros tres protagonistas se sentían felices y tranquilos. Además habían hecho buenas migas con la mayoría de los habitantes de Koalia, sobre todo Max y Ko-Antró, que se pasaron la noche probando licores de fabricación casera en una especie de duelo en el que ningún hígado saldría bien parado.
La mañana llegó y con ella unas trompetas que anunciaban que el viaje hacia la Fuente Dorada comenzaría en breves instantes. Gunnarson apenas había podido dormir en toda la noche, estaba demasiado nervioso como para hacerlo. El final de su búsqueda estaba tan cerca que casi podía rozarlo con los dedos. Abandonó la tienda en la que había pasado la noche y tras recoger sus pertenencias, fue en busca de sus amigos. Hakkanson, como era normal en él, apenas había bebido y ya estaba preparado. La única persona en toda la Isla Pastelorium que deseaba que en aquella Fuente Dorada koaliense no estuviese la Eterna Felicidad, era Hakkanson. No por odio o envidia, si no por pena. Este viaje había sido lo mejor que le había pasado en su vida desde siempre, y no quería que llegara a su fin y tener que volver a su horrible rutina sin emociones, koalas ni perros fantasmas asesinos.
Max, que apareció con Ko-Antró subido a los hombros y cantando canciones inventadas, miró a sus amigos y apurando un último trago de su jarra les dijo “¡Vaaamonoossss muchachosss! “.
Con todo el mundo ya preparado, fue Ko-Saga quien, tras saludar cariñosamente a Gunnarson, dio orden de comenzar el camino hacia la Fuente Dorada. Karl estaba tan perdido en sus pensamientos que apenas prestaba atención a Ko-Shita, quien parecía ser la más feliz de la expedición.
Tras una hora de marcha a través de un espeso sendero, llegaron a un claro en el que la frondosa selva dio paso a un verde prado con una pequeña cascada al fondo, apoyada en una colina. Ko-Saga explicó que detrás de aquella cascada, existía una cueva y que era allí donde guardaban la Crema Pastelera. Acamparon brevemente a los pies de la cascada, momento que Max aprovechó para tumbarse un rato al sol y Hakkanson para hablar con Gunnarson. Quería desearle suerte y que ojalá en el interior de esa cueva encontrara lo que había venido a buscar, ya que de lo contrario se iba a estar burlando de él todo el camino de regreso a casa.
Karl en una carta a su padre, narraba como fueron los últimos momentos antes de entrar en la Fuente Dorada:

Apenas podía respirar con normalidad. Los nervios y las miradas curiosas y expectantes de todos los miembros de la expedición me aprisionaban la garganta como si fueran un par de manos a las que le debiera dinero. Ko-Saga se me acercó y con un gesto con la cabeza me invitó a que lo siguiera hasta la cueva. Se hizo el silencio y solo los ronquidos del pobre Max, parecían acompañar al ruido de nuestras pisadas. Bordeamos la cascada hasta encontrar la entrada a la cueva, una vez dentro de la lúgubre estancia, Ko-Saga encendió unas antorchas y caminamos unos metros por el interior de aquella caverna. Al fondo de ella, encontramos una especie de altar de piedra en la que descansaban unas vasijas de cerámica. Tomó una de ellas y destapándola, pude contemplar lo que había venido a buscar. Aquella crema pastelera parecía estar fresca, como si apenas llevara hecha unos minutos, Ko-Saga me dio una pequeña cuchara y me dispuse a conocer el sabor de la Eterna Felicidad.
Con las primeras cucharadas, que tenían un sabor increíblemente dulce, noté un pequeño hormigueo en los pies. Supuse que la eterna felicidad empezaría a llegarme de abajo arriba…pero de pronto mi visión empezó a emborronarse y comencé a sentirme muy débil. Ko-Saga intentó sostenerme al ver cómo me tambaleaba, pero los síntomas iban en aumento. Caí al suelo rendido, sin fuerzas apenas para hablar. Mis ojos se cerraban sin remedio y sentía como me desvanecía…con mi último aliento antes de perder la conciencia recé a Dios para que aquella crema pastelera no me convirtiera en koala al despertar…si es que llegaba a despertarme.
Lo siguiente que escuché fue el ruido del mar. Abrí un ojo. Todo me daba vueltas pero me tranquilizó comprobar que aun era un ser humano. A mi lado, con cara de preocupación estaban Ko-Shita y Hakkanson, aunque lo más extraño fue descubrir que estábamos a bordo del Wéndolynn. Al ver mi cara de confusión, Hakkanson comenzó a explicarme lo sucedido: Al probar aquella crema pastelera, no había descubierto la Eterna Felicidad,en vez de eso, había descubierto que era diabético y semejante subidón de azúcar casi me mata. Eso explicaba que mi madre no me dejara comer galletas…ni nada que ella hubiera cocinado. La muy egoísta.
Pero para compensar aquella sensación de fracaso, me contaron que estábamos de camino de nuestro siguiente destino con un nuevo objetivo: “El amuleto del Deseo”. Max , quien estaba en cubierta, les había contado una vieja historia de pescadores borrachos que recordó al recuperarse de la resaca de la fiesta de celebración koaliense, mientras aun estábamos en Koalia bajo los cuidados de Ko-Saga, quien salvó mi vida. Aquella historia era la historia de Piotr Desastrowsky, piloto de combate de las inexistentes fuerzas aéreas polacas.
Desastrowsky, famoso por su torpeza infinita, durante el transcurso de unas maniobras, fue derribado por una bandada de gaviotas y dado por muerto a los pocos minutos, al parecer sus superiores vieron en aquel accidente la oportunidad de librarse al fin de semejante calamidad de soldado. Pero Desastrowsky no murió en el accidente, según cuentan aquellos pescadores borrachos, fue rescatado por una manada de sirenas. Aquellas hermosas mujeres-pez lo cuidaron, lo alimentaron, le dieron mimitos y cuando estuvo totalmente recuperado lo dejaron cerca de la costa de Australia. Pero además le hicieron un regalo muy especial: un amuleto capaz de cumplir un deseo. Pero sólo uno. Desastrowsky lejos de alegrarse, entró en una especie de bloqueo mental. No sabía qué pedir, solo tendría una oportunidad y no podía malgastarla. Así que tras un tiempo en Australia decidió exiliarse del mundo para poder decidir con claridad qué debía desear. Y huyó al lugar más tranquilo del planeta, la Antártida, donde ha pasado los últimos 15 años, pensando cual iba a ser su deseo.

Si la leyenda es cierta, si el amuleto existe, y si Desastrowsky sigue con vida, quizá podamos quitarle el amuleto y desear la eterna felicidad. Pero por lo pronto, debía descansar y recuperar fuerzas ya que este primer viaje casi me cuesta la vida. “

3 comentarios en “Gunnarson y la Búsqueda de la Eterna Felicidad – Cap 12 –

  1. Brillante! Final maravilloso y genial, dejando la puerta abierta para la siguiente aventura. Muy muy muy buena toda la historia 🙂

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